La relación con China: sus costos desconocidos


Entre gallos y medianoche, y contando exclusivamente con los votos del oficialismo, el Senado aprobó el 29 de diciembre pasado un acuerdo comercial con China que no puede menos que resultar polémico. Como aún falta la aprobación de Diputados, no debería tomarse como un hecho consumado: estamos todavía a tiempo de que se lo debata ampliamente en toda la sociedad, porque sus consecuencias pueden afectar a numerosos sectores. Para que quede bien claro, acá no se cuestiona el hecho de que nuestro país suscriba convenios con los nuevos y grandes actores de los negocios internacionales siguiendo un criterio de multilateralidad, acá se recuerda que hemos pagado costos muy altos cuando sólo teníamos relaciones comerciales con una sola potencia –por ejemplo, con Gran Bretaña- pues ello nos ponía en una situación de país semicolonial sin real ejercicio de su soberanía.

El problema es que el convenio marco de cooperación económica e inversiones con China está rodeado de oscuridades y secretismo; por lo que ha trascendido, posibilitaría la llegada masiva de mano de obra china que sería empleada –por empresas chinas- en diversos sectores de la actividad económica. Es por ello que elevan la protesta diversos sindicatos y la alianza de 21 sindicatos del transporte que pertenecen no sólo a las centrales opositoras sino también a la oficialista. Reforzando esta idea de que la reacción es transversal y de que "algo huele a podrido en Dinamarca" –léase: en el convenio-, valga el hecho de que el jefe del bloque oficialista en el senado, Miguel pichetto, intentó incluir una cláusula para la garantía del empleo de mano de obra local. En vano: desde arriba lo "disciplinaron", explicándole que la versión actual de los acuerdos es inmodificable.

¿Por qué el actual gobierno, de natural tan soberbio, se muestra tan sumiso en sus relaciones con China? Porque precisa urgentemente de inversiones, que en ningún otro lado puede conseguir, y de allí que no negocia sino que se limita a poner la firma en los papeles que se le presentan. ¿Acaso el problema es que los chinos son malvados, tal como pretenden ciertos mitos urbanos impregnados de racismo? En absoluto: disponen de una enorme masa de capital para invertir y hacen lo que todos en esas circunstancias: imponen condiciones si no se encuentran con interlocutores firmes que les exigen negociar en serio. Y son duros: muchos países africanos, e incluso algunos de nuestra propia región, han tenido que pasar por el trago amargo de ver las oportunidades de generar nuevo empleo para su gente se diluían por la aplicación de la "letra chica" de los convenios.

Esta exportación de trabajadores sucede porque, en realidad, lo que podría denominarse la "ingeniería de exportación" china no es especialmente avanzada; se encuentra a años luz de la japonesa, la norteamericana o la europea –y en ciertos segmentos como el de las turbinas, incluso de la argentina-, por lo que muchas veces los chinos adquieren directamente en los países centrales los segmentos relacionados con tecnología de punta. El resultado, es que cuando se desarrolla en países periféricos una inversión que no ha sido bien negociada, vienen de China no sólo ingenieros y supervisores sino la mayoría de la mano de obra de baja calificación, lo que supondría que aportaría el país receptor.

Hay en nuestro país un ejemplo actual de cómo pueden resultar ciertos convenios: el del parque ferroviario que hemos adquirido en china para reemplazar el vetusto material rodante con el que contábamos. De hecho, ha sido una compra llave en mano de todo el material, como orgullosamente proclama el oficialismo. Pero cabe preguntarse: ¿no hubiese sido posible negociar que la mitad de los vagones se entregaran terminados, una cuarta parte para ensamblar aquí y que la última cuarta parte se produjera en nuestro país? Naturalmente, en esto hay algo de responsabilidad compartida entre quienes hoy ejercen las más altas responsabilidades estatales y nuestros industriales; el hecho de que los empresarios argentinos no hayan salido a la palestra a exigir su participación en el encadenamiento productivo –bajo la forma de producción nacional de repuestos y en la ejecución de reparaciones- es una nueva expresión de su pobre actitud, de su falta en definitiva de espíritu de empresa.

Esto podrá ser utópico en otros países, pero es necesario recordar que durante el gobierno del general Perón –hace más de 50 años- ya se producían aquí no sólo vagones ferroviarios sino también locomotoras.

Cuando en 1955 se impuso a sangre y fuego una política desindustrializadora, se acabó con esos proyectos –en verdad, ya realidades- de los que apenas quedan fotografías, y las Locomotoras Justicialistas, con otro nombre más "democrático", se fueron a prestar servicios en Sudáfrica, donde alguna aún se conserva en el Museo Ferroviario de Ciudad del Cabo.

Tienen razón, entonces nuestros sindicatos cuando advierten del riesgo cierto de que con la aplicación del convenio llegue a nuestro país una oleada masiva de trabajadores chinos que ocupen los nuevos puestos que se generen con la aplicación de las inversiones. No hay ningún matiz xenófobo en su actitud, pues mantienen la actitud abierta –consagrada en nuestra constitución- hacia quienes vienen de otros países a ganarse el sustento entre nosotros; en los últimos años, especialmente de otros países de nuestra región vienen trabajadores que rápidamente se adaptan a nuestra cultura laboral. Pero como todos saben, los obreros chinos trabajan largas jornadas a un fuerte ritmo laboral, y perciben a cambio salarios de hambre; el riesgo es que terminen constituyéndose en la media, y todo el régimen de protección laboral conquistado en la Argentina por el peronismo sucumba a esa competencia desleal.

Como se ve, son varios los problemas que emergen cuanto más sabemos de este convenio, y todos debieran discutirse ampliamente, sin falsas urgencias. A los asuntos relacionados directamente con el mundo laboral –derivados de la posible llegada masiva de trabajadores chinos- se le suma el de la frustración de nuestro desarrollo industrial, desarrollo que es condición indispensable para que verdaderamente lleguemos a ser una sociedad moderna. Abdicar de la voluntad de producir bienes manufacturados en nuestro país –especialmente aquellos que ya fabricábamos hace más de medio siglo- implica, por usar la expresión de Aldo Ferrer, perder densidad estratégica. El concepto puede ejemplificarse fácilmente, tanto con el caso del material rodante como en el de los astilleros o la fabricación de aviones: ¿cómo sería nuestro país si hubiese seguido sin interrupciones la producción de naves de carga que formaron nuestra flota mercante de bandera? ¿Qué lugar ocuparíamos hoy entre los países industrializados si se hubiera dado continuidad a lo que hace 50 años se cristalizó en el Pulqui?

Incluso hay cuestiones de interés estratégico que quedan envueltas en el injustificado secretismo que rodea al convenio. ¿Qué pasa con las "tierras raras" en las que se van a aplicar algunas de las inversiones chinas? Nos estamos refiriendo a suelos que contienen litio y otros minerales de reserva, por los cuales tiene China comprensiblemente un marcado interés. ¿Acaso la letra chica los autoriza a usufructuarlos? Nada sabemos, pero se justifica la sospecha, así como las dudas acerca de lo que sucederá con las estaciones de control satelital no abiertas a las que el convenio marco hace referencia.

En suma: las inversiones extranjeras deben ser bienvenidas, pero en el duro mundo de los negocios internacionales no se puede ser –o fingir ser- inocente.

En el siglo pasado Argentina durante un largo tramo histórico fue la granja del imperio británico, repetimos la misma experiencia?

Si los acuerdos no son debidamente conocidos y consensuados en los últimos meses del actual gobierno; es mucho más razonable esperar el próximo gobierno a menos que se quiera ceder soberanía al gigante asiático.


Por los gremios del transporte:

JUAN CARLOS SCHMID – FeMPINRA
OMAR MATURANO – LA FRATERNIDAD
OMAR PEREZ – ASOC. CAMIONEROS
JUAN PABLO BREY – ASOC. ARG. DE AERONAVEGANTES
R. FERNANDEZ – UNION TRANVIARIOS AUTOMOTOR



19/02/2015





 

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